microbicidas
La creencia según la cual las relaciones sexuales por vía anal son prácticas exclusivas de los hombres que tienen sexo con hombres (HSH), además de lamentable es injustificada. Durante mucho tiempo, esta presunción es la que ha entorpecido los esfuerzos para desarrollar productos preventivos de uso rectal, debido al rechazo a hablar de la homosexualidad. Algunos grupos de científic@s que se interesan en la búsqueda de microbicidas para prevenir la infección por VIH y otras infecciones de transmisión sexual (ITS) por fin están tomando en cuenta la extrema necesidad de desarrollar productos que sean también eficaces en el caso de una exposición rectal a los virus.
Un microbicida es una sustancia (en forma de gel, por ejemplo) que aplicada tópicamente evitaría la transmisión del VIH en la zona de exposición al virus. Un microbicida rectal tendría esa función para el sexo anal.
Según datos de varios estudios estadounidenses, en ese país hay más parejas heterosexuales que practican el sexo anal que parejas homosexuales. En los países en desarrollo, si bien el número de personas que declaran tener sexo anal es muy bajo, se sospecha que estos resultados están sesgados por el tabú que significa hablar de sexo, y aún más de sexo anal, en estas regiones.
La urgencia de investigar más en microbicidas de uso rectal se justifica también por el hecho de que si se descubre un producto eficaz para uso vaginal en el curso de la década actual, se teme que las recomendaciones de uso no se respetarán y dicho producto se usará también por vía rectal por falta de otra alternativa. Sin embargo, las anatomías de la vagina y del recto difieren de manera extrema y el uso del producto en el recto podría fragilizar la mucosa y aumentar aún más el riesgo de infección por esta vía. Además se sabe que el recto es una cavidad mucho más larga que la vagina y la pregunta es hasta dónde tiene que llegar el producto para ofrecer una eficacia óptima.
La Conferencia sobre Microbicidas que se celebró en Londres, Reino Unido, el pasado mes de marzo ofreció un excelente satélite que puso en la mesa de manera clara el desafío que presenta el desarrollo de un microbicida de uso rectal. En realidad no es uno, sino que son varios los desafíos que se tendrán que superar en este campo.
El satélite se articuló a partir de los tres ejes fundamentales que se han de tomar en cuenta para establecer la agenda de I+D de este tipo de productos: conductas y epidemiología, ciencia básica y temas clínicos.
Conductas sexuales y epidemiología
Caracterizar con exactitud la prevalencia del sexo anal en las parejas heterosexuales así como el uso del preservativo durante estas conductas es crucial para poder determinar la relevancia de un microbicida rectal y saber a quién se dirigirá. Según estudios estadounidenses, el número de personas heterosexuales que practican sexo anal puede variar del 1% a nada menos que el 25% en función del modelo de entrevista utilizado (presencial, por teléfono, por correo escrito). Esto revela que las tasas de las que ahora disponemos podrían ser mucho más altas y se necesitan más estudios para conocer el impacto real de esta práctica en la población heterosexual. De la misma manera, se tiene que considerar este sesgo en el mundo en desarrollo, además del hecho de que en algunas sociedades muy tradicionalistas, el sexo anal está favorecido por las mujeres con el fin de preservar la virginidad y evitar el embarazo.
La otra prioridad es determinar si existen grupos en situación de riesgo (edad, origen étnico, uso de drogas, comercio sexual, pareja estable, etc.) y elucidar las relaciones de poder y fuerza en el acto sexual.
Finalmente, se tendrán que usar los datos recopilados para poner en marcha las acciones necesarias para evitar que, como en el caso de los microbicidas vaginales, nos expongamos al fenómeno de la migración del preservativo, es decir, que se crea que el uso del microbicida excluye el del condón, cuando no es así, entre otras cosas porque puede que el producto no sea eficaz en un 100%.
Ciencia básica
El primer paso para superar el desafío que plantea la ciencia básica del desarrollo de un microbicida rectal, consiste en estudiar más con detalle los posibles mecanismos de infección por esta vía. Por ejemplo, la presencia de semen migrado hasta muy adentro del colon sigmoideo exige que se optimice la formulación del producto para que la impermeabilidad (de la pared que forma el microbicida para evitar la transmisión) sea eficaz en todo el conducto rectal. Los factores que aumentan el riesgo de transmisión tendrán también que definirse más adecuadamente: algunos estudios llevados a cabo en EE UU muestran que los efectos de un producto de este tipo podrían ser más duraderos en la vagina (30 días) que en el recto (10 días como máximo). Finalmente, no hay que olvidar estudiar qué pasa en presencia de heces.
Aspectos clínicos
Una de las cuestiones más delicadas es la seguridad, o dicho de otra manera que el producto microbicida no tenga efectos perniciosos para la salud. Tenemos el caso del nonoxinol-9, un espermicida añadido a los preservativos que se ha publicitado como protector frente al VIH, y en realidad se ha descubierto que es justo lo contrario: irrita las mucosas y por ello facilita la transmisión viral. También tenemos que garantizar que el microbicida no causa problemas en personas con VIH, incluso aunque no esté indicado para ellas, puesto que puede haber alguna que lo utilice sin saber que ya está infectada, por ejemplo. Los estudios preclínicos (en laboratorio y con animales) y clínicos (en humanos) deberían asimismo permitir que se identifique la mucosa más vulnerable en el canal del recto y cómo protegerla, y de qué forma se puede optimizar la formulación del producto: que no irrite pese a su aplicación diaria, entre otras cosas.
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Buena tarde soy seropositivo, y estoy en tratamiento hace 3 años, pero hace 15 dias empecé a expulsar un flujo por el ano, no hay dolor pero si hay muchos gases, ¿cómo se puede tratar?
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