en persona
En el invierno de 1999/2000 (LO+POSITIVO 12) nos pareció oportuno ofrecer a nuestr@s lectores la experiencia de personas seropositivas en relación con su modo de vida tras la introducción de TARGA en el panorama de la infección por VIH. Si bien, en general y al menos en el primer mundo, la esperanza de vida de las personas VIH+ se prolongó notablemente, la calidad de vida era (y todavía sigue siendo) un motivo de preocupación y búsqueda para much@s de l@s afectad@ s. Y no es para menos. La situación económica y el desamparo social al que se vieron abocad@s much@s, empujó a la búsqueda de soluciones que permitieran sobrellevar de la mejor forma esta nueva situación. Entre estas experiencias, Alejando, un vasco afincado en BCN, no explicó en aquel número cómo había decidido crear de su casa una alternativa ‘familiar’ a las casas de acogida, para él y sus amig@s VIH+, en vista del panorama de apoyo social tan poco alentador. Cuando hoy lo entrevistamos, pasados tres años, no sólo lo recuerda como útil y necesario, sino que nos confirma que su casa sigue abierta a sus amig@s VIH+ que lo necesitan. «Lo hago porque no lo hace nadie. Con Ramón (uno de sus amigos ‘acogidos’) en su periplo por las casas de acogida sucedieron cosas que clamaban al cielo. De él no se ocupo nadie hasta que yo lo pude sacar. Mi forma de actuar tendría que ser la normal, no lo hago porque yo tenga un ‘espíritu’ especial.» En su opinión, la solución del problema de las casas de acogidas para las personas seropositivas estaría en una inversión pública en pisos para afectad@s, del mismo modo que se hace con otros grupos de población: «Creo que tendría que haber pisos de acogida para gente aquejada por una misma dolencia, en este caso el VIH, y que l@s candidat@s a un piso coincidieran en una serie de características afines. La creación de estos pisos debería partir de recursos públicos y no de ONG o grupos religiosos. Sería la forma de que estas personas pudieran desarrollar una vida normal y tomaran poco a poco las riendas de su propia vida.» Pese a no disponer de unos ingresos para dar saltos de alegría, Alejandro en la actualidad comparte su piso con dos personas más. Provisto de una vitalidad envidiable, Alejandro ha sabido encontrar su equilibrio en las ganas de hacer cosas y en estar en constante movimiento. Prueba de ello es su afición a las prácticas orientales de relajación y en especial al katsugen que le ha sido de gran utilidad para su bienestar físico y mental. Respecto a la situación de la infección por VIH, ve con bastante escepticismo el avance de la ciencia y la aparición y la prescripción de los fármacos antirretrovirales, hasta el punto que cuando hablamos de los efectos secundarios no duda en afirmar con tono vehemente: «¿La lipodistrofia? El negocio de l@s cirujan@s. ‘Hay que reconstruir.’ No, no hay que reconstruir; lo que hay que procurar es no joder el metabolismo de las personas.»
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