una mujer seropositiva
Me encanta ir al cine. Es el espectáculo más cómodo y menos caro, y no hay que programarlo con antelación aunque a veces haya que hacer las estúpidas colas.
Antes de tener el VIH, cuando veía una película en la que un protagonista o un secundario tenía el SIDA me inundaban sentimientos de pena, tristeza o compasión. Pero creo recordar que procuraba no pensar mucho en ello; era demasiado duro, escocía el alma, requemaba el pensamiento y lo alejaba de mi mente con cierto pánico y desasosiego.
Con el paso de los años, cada vez hay más "pelis" en que directa o indirectamente se nos muestra alguna historia sobre el tema.
Cuando supe que había sido infectada y yo también tenía el VIH, volví a ver de casualidad otra película con este tipo de personaje: entonces sí que evidentemente me cambió la manera de mirar lo que explicaban. Me sentí más próxima, más desencajada, más dolida. Si bien no identificada con la historia externa que se contaba, sí con la profundidad del hecho de tener el VIH: como el personaje de la pantalla. Salí un poco "tocada" y llorosa del cine, ésa es la verdad.
De tanto en tanto, he ido viendo más y me he ido acostumbrando. No me implico en los sentimientos de los personajes, me distancio y los miro con un poco más de ojo crítico. Aunque se trate de historias todo lo trágicas que quieran sus guionistas, ya no me afectan. Mantengo la cabeza fría. Ell@s no son reales, ¡yo sí!
Pensando en estas películas, creo que los personajes que nos han mostrado todos estos años, no han evolucionado mucho, quiero decir paralelamente a la situación que la gente con VIH tiene hoy en día.
Comprendo que las primeras reflejasen el impacto, el drama y la muerte porque no era ni más ni menos que la realidad objetiva del momento. Sin embargo actualmente ya me está cargando un poco la visión que continúa proyectando el cine sobre este tipo de historias: siguen padeciendo enfermedades terribles, viven sumidos en la desesperación, la depresión o la marginalidad, etc, etc… Y al final siempre mueren.
Sólo he visto una peli en la que el chico hace una vida normal, está rodeado de amig@s, se le ve más o menos feliz y además es una comedia. Creo recordar que se titula Relax, it’s only sex, y que la tradujeron como Tranqui: es sólo sexo.
También veo que casi nunca las historias y los personajes son sobre mujeres. En el cine no hay mujeres con VIH: parece que no existimos. Ya se sabe que el número de hombres infectados es bastante mayor que el de mujeres, pero una cosa no quita otra. Sólo he visto dos películas en las que hay mujeres y las dos mueren. Una vez más en este ámbito, como en muchos otros, también quedamos olvidadas.
La verdad es que ya me cansa el personaje estereotipado de turno con SIDA que nos ofrece la gran pantalla: sin esperanza, muert@s de antemano, sentenciad@s.
Y la gente en general sigue obteniendo del cine esta imagen trágica y rodeada de dramas y desgracias de las personas que tenemos VIH.
Tendrían que animarse directores y directoras a sacar en sus películas a hombres y mujeres con otra visión de la vida y otras expectativas más optimistas y más acordes con los tiempos. Si el VIH forma parte de sus vidas, que sea sólo eso: una parte. Que no sea lo absoluto, que no lo impregne todo. Que se muestre que pueden tener, sentir y vivir más cosas que el VIH.
Es obvio que no tiene ninguna gracia y que es muy serio vivir con VIH, pero (much@s de) nosotr@s seguimos haciendo una vida más o menos normal: trabajamos, criamos a nuestr@s hij@s, pagamos una hipoteca, vamos de viaje o nos quedamos en casa. Igual que l@s demás.
Estamos por la calle, en el cine, en el teatro, en las tiendas, en las manifestaciones contra la guerra y mezclad@s con la gente en los restaurantes, en los autobuses, y en el metro; en la playa espatarrad@s al sol, en las piscinas, en las consultas de l@s médic@s, en la montaña o en las caravanas de las autopistas…
Y much@s no estamos más enferm@s que otr@s con cualquier otra enfermedad que no sea maldita. Las personas enfermas que mueren, mueren igual con cáncer, con SIDA, de un infarto, de una trombosis, o de lo que sea. También hay gente que muere por un accidente de tráfico, de un accidente laboral, por la bomba de un atentado o por un crimen pasional.
Cualquier muerte es trágica. Cualquier enfermedad grave es dramática. Forman parte de nuestra existencia y no queda más remedio que asumirlo. Pero cuando se trata del SIDA, no se acaba de digerir, de integrar en nuestra vida social y cotidiana. Es más tremendo, es más paralizante.
Si algo tiene el cine, es magia. La magia de hacernos sentir durante un rato vibrantes, espléndid@s y apasionad@s por la vida. Y me gustaría que cuando el cine cuente alguna historia sobre personas con VIH que no fueran tan aplastantes, tan demoledoras y tan extremadamente trágicas. Un poco de aire fresco, un soplo de amabilidad y ternura que se lleve lo mórbido y desolador.
Personajes que vivan con ilusión, con simpatía, con empuje. Personas, en definitiva, vivas y no medio muertas. Me gustaría que de una vez se desdramatizara la imagen de la gente con VIH y que nosotr@s mism@s abandonáramos esta vivencia trágica de nuestra enfermedad. Es algo recíproco entre nosotr@s y la sociedad. Es algo intangible, pero que se retroalimenta.
Ya es suficiente que los virus deterioren nuestro cuerpo. De ellos que se encarguen l@s médic@s. Yo no quiero dejar que los miedos, los complejos, las presiones deterioren nuestra mente y nuestras emociones. De vivir ya me encargo yo.
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