en persona
PAISAN SUWANNAWONG fue sin duda el héroe de la Conferencia de Bangkok. Enjuto y apasionado, Paisan supo representar la lucha por una vida digna de las personas que viven con VIH en Tailandia y en toda Asia, dando presencia y valor a l@s miles de usuari@s de drogas invisibilizad@s. Os ofrecemos un extracto del discurso que pronunció en la inauguración y que repitió en la clausura.
Me gustaría hablaros un poco de mí mismo. Crecí en una de las barriadas de chabolas más grandes de Bangkok, no muy lejos de aquí. Vi a mucha gente tomando drogas, pero nunca imaginé que yo mismo me convertiría en un usuario de ellas. La primera vez que fumé marihuana lo viví como un desafío a todas esas campañas públicas que decían que las drogas eran “malas” y “peligrosas”. Comprendí que esto no era cierto y seguí fumándola. Entonces empecé a fumar heroína, y me convertí en un adicto sin darme cuenta. No tenía ni un céntimo, sentía los síntomas de abstinencia y un amigo me ofreció compartir su heroína e inyectarme. Sí, la primera vez tuve miedo.
Me arrestaron por lo menos 20 veces. La mayoría de ellas no tenía drogas encima. La policía me las metía para forzarme a confesar y me golpeaba si no firmaba sus documentos. No podía llevar encima una jeringuilla, porque si la policía me detenía, los cargos hubieran sido más graves. Había oído sobre el riesgo de adquirir el VIH al compartir jeringuillas, pero cuando tienes ansia de heroína no piensas en nada más: lo único que quieres es inyectarte.
Fui a la cárcel dos veces. Las condiciones eran terribles y teníamos que permanecer en nuestras celdas durante más de 15 horas al día. Para mí no hay nada peor que perder tus propios derechos y tu libertad. No me sorprende que en la cárcel la gente tome drogas y se inyecte, incluso aunque no las haya tomado antes. Creo que cogí el VIH allí porque me inyectaba a diario.
Salir de las drogas no es nada fácil. Muchas veces me apuntaba a tratamientos de desintoxicación sólo por satisfacer a mi familia, desembarazarme de la policía, o para tomarme un respiro porque la cantidad de droga que necesitaba se iba haciendo demasiado cara, pero no porque yo quisiera dejarlo; y el trato de los responsables de los programas sólo hacía que me sintiera peor. Otras veces, quería dejarlo de verdad, pero ¿podéis imaginaros cómo se siente uno cuando deja el programa y vuelve a casa, sin nada que hacer? ¿Cómo de difícil es encontrar un empleo y explicar de dónde sales? Mi propia familia controlaba cada uno de mis movimientos. Podía ver en su mirada que no confiaban en mí. Estaba demasiado avergonzado como para ir a ver a mis amig@s, cuyas vidas parecían haber tenido tanto éxito. Estaba muy solo. Sentía que en esos momentos no me quedaba nada. En lo único que podía pensar era en volver a tomar drogas.
Cada minuto, una persona se infecta por el VIH al utilizar una jeringuilla usada. En todo el mundo, una de cada tres nuevas infecciones fuera de África están relacionadas con UDI. De hecho, las jeringuillas usadas suponen la mayor cuota de nuevas infecciones en Europa del Este y Asia. La OMS dice que l@s usuari@s de drogas tienen igual derecho en todos los niveles a la asistencia, pero en la práctica se nos deniega el acceso al tratamiento, así como a intervenciones básicas de prevención, como jeringuillas nuevas, y, además, la metadona sigue siendo ilegal en muchos países.
Por fin, dejé las drogas hace 13 años. Sabía que necesitaba ayuda de verdad. Decidí acudir a una “comunidad terapéutica” o “CT”. Allí es donde supe que tenía el VIH. Todavía hoy se exige la prueba para entrar en una CT, pero entonces no había counselling ni antes ni después del test. En realidad, los resultados se los dieron a mi hermana, no a mí. Hoy en día todo esto ha cambiado muy poco. Todavía se considera que l@s usuari@s de drogas son moralmente débiles, mala gente. Tenemos que enfrentarnos al estigma y a la discriminación en la sociedad y en los centros de salud. Experimentamos de forma continuada el acoso policial y la ineficacia de los servicios. En Tailandia, l@s usuari@s de drogas inyectables (UDI) son el único grupo cuya prevalencia al 50% no ha cambiado en 15 años. Un tercio de todas las nuevas infecciones por VIH están relacionadas con UDI, y esta cifra sigue creciendo. Y, sin embargo, seguimos careciendo de una respuestas efectiva por parte del gobierno.
Durante la reciente guerra contra las drogas en Tailandia, más de 2.500 personas fueron ejecutadas de forma extrajudicial en los tres primeros meses de campaña. Se arrestó a más de 50.000 personas, cientos de miles fueron forzadas a recluirse en centros de rehabilitación militarizados, y se abocó a l@s usuari@s de drogas a la clandestinidad y a apartarse de los servicios a los que ya era difícil acceder de por sí. El año pasado, la Red Tailandesa de Usuari@s de Drogas elaboró una propuesta de prevención, asistencia y apoyo entre pares para quienes se inyectan, y la presentó al Fondo Global. Tuvimos que superar el Mecanismo de Coordinación de País y presionar con la ayuda de l@s activist@s internacionales para obtener apoyo político a nuestra propuesta. En octubre, nos concedieron una subvención de 1,3 millones de dólares, pero a día de hoy todavía no hemos recibido el dinero. A pesar de que el gobierno tailandés afirma que su actual política es tratar a l@s usuari@s como “pacientes” y no como “criminales”, ser un/a usuari@ de drogas aún es ilegal. Nos siguen arrestando y nos siguen ofreciendo elegir entre la cárcel o los centros de rehabilitación militarizados. ¿Y cómo debemos considerar esto, reducción o producción de daños?
La experiencia más dolorosa en la que puedo pensar, después de vivir con VIH durante 13 años, es ser pobre y tener VIH. Una y otra vez he visto morir delante de mí a much@s de mis amig@s de infecciones oportunistas sólo porque son pobres y no pueden permitirse un tratamiento. Lo que nos mata no es el SIDA, sino la codicia. Las multinacionales farmacéuticas inflan los precios de sus fármacos sin pensar en la gente pobre. Hace cuatro años, l@s tailandeses/as con VIH/SIDA pedimos al gobierno que utilizara una licencia obligatoria para ddI, pero las autoridades tenían demasiado miedo a las represalias comerciales por parte de EE UU. Al final, llevamos a Bristol Myers-Squibb a los tribunales y ganamos el derecho a producir localmente ddI en forma de tableta. En la sentencia final, el tribunal estableció que dado que las patentes conllevan altos precios y limitan el acceso a las medicinas, l@s pacientes tienen el derecho de denunciar al titular de la patente. Ganamos esta importante batalla, pero la guerra aún no ha terminado.
Hace cinco años, médic@s, enfermeras y muchas otras personas nos decían a mis amig@s y a mí que el acceso a antirretrovirales era un sueño imposible. Recientemente, Tailandia ha anunciado que va a proporcionar antirretrovirales a todo el/la que lo necesite, y que el programa llegará a 50.000 personas antes de fin de año. Hoy, os animo a tod@s a soñar en un día en que nuestro planeta esté lleno de amor, unión y paz. Y creo que cuando soñamos junt@s, nuestros sueños se hacen realidad.
___________________
PAISAN SUWANNAWONG es director del Grupo de Acción Tailandés en Tratamientos del SIDA.
Referencia
El discurso completo en inglés puede ser visionado en http://www.kaisernetwork. org/health_cast/hcast_index.cfm?display=detail&hc=1185
Comentar
Nota: No serán publicados los comentarios ofensivos, los que puedan resultar inapropiados para personas de otras confesiones religiosas ni los que contengan datos personales. gTt no se hace responsable de las opiniones publicadas.
No hay comentarios aún ¡Sé el primero en dejar uno!
Enviar un comentario nuevo