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PASAN LOS AÑOS, los foros internacionales sobre el VIH/SIDA se suceden unos tras otro y, sin embargo, las cifras hablan por sí solas y detrás quedan muchas vidas humanas...
¿Cómo podemos seguir aceptando que un mismo problema de salud tenga todavía dos realidades tan diferentes? Es inconcebible que justamente en los países más pobres, donde se encuentra la mayor magnitud de la pandemia, tan sólo el 7% de las personas infectadas por el VIH que necesitan terapia antirretroviral (ARV) estén recibiendo tratamiento. Se ha demostrado fehacientemente que la introducción de ARV es factible aún en países con recursos limitados y eficaz incluso para aquellos estadios avanzados de la enfermedad; sin embargo, se ha avanzado muy poco. ¡No hay ninguna excusa para aceptar la falta de acción y compromiso político!
Las iniciativas internacionales, como el Fondo Global o el 3x5 de la OMS, entre otras, siguen aportando escasa financiación, se ven restringidas por causas políticas, y adolecen de procesos burocráticos u otras limitaciones que retardan considerablemente su puesta en marcha. De todas formas, en Bangkok quedó patente que quien está dictando en la actualidad las políticas de SIDA a escala mundial y creando barreras en el acceso a una atención digna de las personas que viven con el VIH/SIDA en dichos países, es el programa norteamericano PEPFAR (Plan de Emergencia Presidencial para Paliar el SIDA) que, potenciado por la industria farmacéutica, dispone por sí solo de un presupuesto mayor al del Fondo Global (15.000 millones de dólares).
La simplificación del tratamiento, incluyendo el uso de tres ARV genéricos en una sola dosis fija combinada (DFC), permitió a Médicos Sin Fronteras incrementar rápidamente los programas de tratamiento de SIDA de 1.500 pacientes en 10 países a 13.000 pacientes en 25 países en el plazo de dos años. A pesar de que los datos presentados en la XV Conferencia Internacional del SIDA en Bangkok han mostrado de forma contundente que los medicamentos genéricos son seguros, efectivos y permiten acelerar el acceso al tratamiento por su bajo coste, Estados Unidos está adoptando una posición totalmente contraria con el fin de fortalecer la protección de los medicamentos de marca. Por otro lado, los acuerdos sobre los derechos de la propiedad intelectual relacionados con el comercio ADPIC y los acuerdos bilaterales imponen restricciones cada vez más rigurosas que favorecen que las patentes sigan impidiendo el acceso a medicamentos esenciales. El Tratado de Libre Comercio limita, por ejemplo en Centroamérica, la compra o producción de medicamentos genéricos.
Esta insuficiente evolución esconde, además, problemas específicos de los países más pobres y afectados que necesitan ser afrontados con urgencia. Una vez más nos encontramos con dos realidades: afortunadamente ya no hay prácticamente niñ@s infectad@s en los llamados “países desarrollados”, sin embargo el SIDA pediátrico afecta ya a 2,5 millones de niñ@s, especialmente en África subsahariana. El escaso interés económico conlleva así a la falta de formulaciones adecuadas para tratar a l@s niñ@s, así como métodos diagnósticos accesibles para detectar la infección por el VIH de forma temprana. La profilaxis para la prevención de la transmisión del VIH de madres a hij@s ha sido otro tema clave en esta conferencia, ya que el protocolo hasta ahora basado en la monoterapia con nevirapina (simple y barata) ha dejado de ser seguro por la creación de resistencias.
Por otro lado, teniendo en cuenta que los tratamientos de segunda línea en los países pobres llegan a costar hasta 5.000 dólares por paciente al año —veinte veces más que el coste de los regímenes de primera línea— difícilmente llegarán a ser asequibles para l@s pacientes que lo necesiten.
¿Por qué tanta indiferencia e hipocresía? El derecho a la salud y a la vida ¿no debería ser más que un lujo una necesidad?
Esta conferencia ha replanteado la necesidad de adoptar nuevas estrategias de presión y asumir un papel más activo por parte de la sociedad civil desde todos los ámbitos para que exista voluntad política en la lucha contra el SIDA en los países con menos recursos. Las objeciones presentadas por los países ricos, especialmente el norteamericano, y las farmacéuticas con la intención de desacreditar la medicación genérica, no son más que argucias para defender una vez más interés económicos y políticos.
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