Las más positivas
Desde que se detectó el hecho de que las mujeres tenían menor carga viral en los primeros estadios de la infección, se hicieron intentos para determinar qué influencia podía tener esa diferencia en la progresión de la infección en mujeres y si debería traducirse en unas recomendaciones diferentes para su tratamiento. Ninguno de ellos, sin embargo, tuvo unos resultados tan claros como para hacer que las autoridades médicas se decidieran a reflejarlos en un protocolo terapéutico diferenciado.
Basándose principalmente en cohortes compuestas en su mayoría por hombres, las directrices internacionales actuales señalan para el inicio del tratamiento dos factores fundamentales: el recuento de CD4 y la carga viral. Si se tienen en cuenta resultados que indican que las mujeres tienen índices similares de progreso a SIDA que los hombres a pesar de partir de cargas virales más bajas, cabe suponer que ello puede tener implicaciones en el manejo del VIH y en los mecanismos de patogénesis viral en mujeres.
Un grupo de investigador@s pertenecientes a varios organismos estadounidenses realizó una revisión epidemiológica de los datos procedentes de 13 estudios seleccionados en los que se evaluaba si las mujeres tenían niveles inferiores de ARN vírico que los hombres en estadios similares de la infección. Nueve de estos estudios eran transectoriales (la comparación se realizaba en un momento determinado) y establecían que las mujeres tenían cargas virales de 0,13 y 0,35 log menos que los hombres. Los otros cuatro estudios eran longitudinales (se hacían mediciones a lo largo de un tiempo determinado) y mostraban que la diferencia era de 0,33 a 0,78 log, lo que llevó a l@s autores de la revisión a concluir que existe una asociación entre el sexo femenino y bajos niveles de carga viral. Dado que las mujeres y los hombres progresan a SIDA a un ritmo similar, es posible que el aumento en la carga viral con el tiempo sea más alto en las mujeres, por lo que consideran que es preciso investigar más a fondo la posibilidad de que las mujeres inicien tratamiento ARV con cargas virales más bajas, sobre todo cuando se encuentran en los primeros estadios de la infección.
Otro estudio realizado por Timothy Sterling y Thomas Quinn (Facultad de Medicina Johns Hopkins) también detectó estas diferencias de carga viral en mujeres recién diagnosticadas con respecto a los hombres (un tercio menos), aunque observó que ello no afectaba al curso de la enfermedad, ya que ellas progresaban a SIDA en el mismo número que éstos. Según los autores, estudios previos realizados en hombres demostraron que la carga viral podía ser utilizada como predictor de la progresión a SIDA, pero los datos de su estudio confirman que, al ser la carga viral mucho más baja en mujeres que en hombres, no es tan válida como predictor en aquéllas.
Pero a pesar de tener una carga viral significativamente más baja que los hombres tras la seroconversión, el ritmo de aumento con el tiempo era mayor en mujeres, por lo que la trayectoria de la carga viral en controles de ambos sexos tendía a igualarse tras 7 años de la seroconversión.
Hasta el momento se desconoce cuál es el mecanismo que condiciona la diferencia entre ambos sexos, pero se han apuntado diversas hipótesis, entre ellas que las diferencias hormonales podían ser las responsables. El estrógeno regula la expresión del factor de necrosis tumoral, que a su vez influye en la expresión del VIH-1 de tal forma que las respuestas inmunitaria y humoral más pronunciadas en mujeres (posiblemente relacionadas con las hormonas) podrían afectar a la respuesta citotóxica de las células T, que parecen ser las que controlan la replicación del VIH-1 y hacer más lenta la progresión de la infección.
Otra posible hipótesis se relaciona con el ritmo más rápido de recambio de CD4 en la infección por VIH: las diferencias entre sexo en cuanto a los factores responsables de la renovación de CD4 podría tener como resultado una menor liberación de VIH-1 en plasma en mujeres, con la consiguiente reducción de carga viral aunque con similares recuentos de CD4 en el mismo estadio de la infección.
Una vez más, el resultado de estos estudios indica que la investigación en este sentido ha de ser más profunda, más abundante y más sensible a las diferencias derivadas del sexo.
Fuente: NATAP: http://www.natap.org/2002/september/091302_6.htm
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