opina
Esta tarde de julio, dentro de los días de la Conferencia Internacional sobre el SIDA, hace calor, y en una sala están reunidas personas de muy diversas procedencias: desde agencias de salud internacionales, al mundo de la práctica clínica, organizaciones no gubernamentales y, en su más amplio sentido, la comunidad. El tema de esta tarde son las Infecciones de Transmisión Sexual (ITS) y su relación con el VIH: ¿por qué no existen ONG de lucha contra los condilomas y la gonorrea?
La estrecha relación entre VIH e ITS
Las ITS son enfermedades muy antiguas, existían desde mucho antes de la infección por el VIH. La humanidad se acostumbró a vivir con la sífilis, la gonorrea, el herpes genital, los condilomas, las ladillas y la sarna. Su padecimiento tenía, según el contexto, según las circunstancias, según el sexo de la persona, connotaciones estigmatizantes o de orgullo por la iniciación en la vida adulta. Son consideradas de la misma manera que la práctica del sexo: algo vergonzante o de lo que alardear, según.
Con la aparición del VIH, las ITS comenzaron a ser valoradas de otra forma. Por una parte perdieron parte de la atención de los clínicos y autoridades sanitarias en comparación con el VIH, y por otra se comenzaron a ver como una gran oportunidad para la prevención de la transmisión del VIH.
ITS y VIH comparten una vía de transmisión importante: el sexo sin protección. Y por tanto, las personas que tienen mayor riesgo de padecer ITS también tienen mayor riesgo de sufrir la infección por el VIH. Sin embargo, a pesar de que ambas enfermedades afectan fundamentalmente a personas de características muy similares, la respuesta de la comunidad ha sido muy diferente en cada uno de los casos.
La comunidad: el "Robin Hood" colectivo en la lucha contra el SIDA
Comunidad: palabra ambigua, palabra maldita, palabra mágica para las instituciones de salud pública, para la industria farmacéutica, para los poderes políticos, para la ciencia… dentro del contexto del VIH-SIDA.
El SIDA ha sido un motor que ha ocasionado cambios sin vuelta atrás en la forma de entender la medicina. Por primera vez en la historia de la medicina, la sociedad civil ha tenido un papel protagonista. Sobre todo en los procesos de lucha por los derechos. El primero: el derecho a la salud y, por tanto, a recibir el mejor tratamiento posible. Pero también otros muchos derechos: al trabajo, a la no discriminación, a una vida sexual (y reproductiva) satisfactoria, etc.
El proceso que ha facilitado este papel protagonista de la comunidad en el mundo del VIH-SIDA ha sido complejo, seguramente partió de los movimientos asociacionistas de las comunidades gay de Estados Unidos. Seguramente se fue alimentando y fortaleciendo con las connotaciones que rodeaban al SIDA, más intensas en un primer momento: estigma, culpa, rechazo social, marginación. La comunidad tomó también conciencia de intereses económicos, profesionales, personales, ambición en una palabra, en el mundo de la medicina. Todo esto, y seguramente otros factores más, ocasionaron que la sociedad civil, la comunidad, tomara un papel activo (de exigencia, reivindicación, protesta, denuncia) frente a las instituciones y personas que ostentaban el poder y la responsabilidad sobre la salud, en su más amplio sentido, de las personas.
Este movimiento de la comunidad se fue extendiendo progresivamente primero a Europa y luego a otros continentes, a otras culturas: de Latinoamérica al Sudeste Asiático, de África a Europa del Este. Y esto ha cambiado la forma de entender el derecho a la vida, ha cambiado la forma de luchar por los derechos individuales de las personas, desde un frente colectivo.
La comunidad: Cenicienta en el control de las ITS
Volviendo ahora a las ITS, un problema para su control es la falta de una estrategia que contemple la coordinación y de definición de los roles entre los niveles de asistencia (primario, secundario, terciario) y el posible papel de los diferentes actores, especialmente el de la comunidad en facilitar la búsqueda de asistencia y disminuir la estigmatización de las ITS.
Es cierto que, hasta ahora, la comunidad no ha tomado un papel definido en el control de las ITS. Pero, al igual que en el VIH-SIDA, tiene un amplio campo por delante, tiene un espacio propio que no es (ni puede ser) cubierto por otros actores.
La comunidad tiene mucho que decir en el campo de las ITS: debe presionar para conseguir la mejor atención, en parte a los proveedores de salud. Pero también a sus propios miembros, para evitar la automedicación y la utilización de los recursos de la medicina alternativa y tradicional. También la comunidad ha de ser consciente de sus responsabilidades, como pudiera ser en el campo de la educación sexual, herramienta de prevención, pero también de desarrollo integral de la persona.
Los tiempos están cambiando, realmente no dejan de cambiar, y ahora que se está asistiendo a la lenta desaparición de un modelo de ejercicio de la medicina, vertical y paternalista, es el momento en el que la comunidad debería tomar un papel más activo en la salud, derecho del individuo, pero también derecho de la comunidad. Pero ¿será eso posible? ¿Se adaptará la experiencia comunitaria del VIH al resto de la medicina? ¿Se crearán modelos diferenciados, o podremos elaborar un estándar? ¿Quiere la sociedad en su conjunto rescatar el manejo de salud del monopolio especializado?
Tal vez sí habría que aprovechar el impulso tomado por el movimiento comunitario en el campo del VIH-SIDA para extender esta participación en la gestión de la salud, en la toma de decisiones al más alto nivel, en la presión para la ejecución de los compromisos a otras muchas enfermedades, no sólo las ITS. ¿Por qué no la diabetes, o el cáncer o las enfermedades cardiovasculares?
Comentar
Nota: No serán publicados los comentarios ofensivos, los que puedan resultar inapropiados para personas de otras confesiones religiosas ni los que contengan datos personales. gTt no se hace responsable de las opiniones publicadas.
No hay comentarios aún ¡Sé el primero en dejar uno!
Enviar un comentario nuevo