editorial
La Conferencia del SIDA de Barcelona. Por unos días parecía que no había tema más importante: páginas extras en los periódicos, secciones específicas en los telediarios, programas especiales en radio y televisión. Como si nadie quisiera dejar de saber, de opinar, de criticar o de interrogar.
Fueron oficialmente seis días de programa, pero las actividades previas los alargaron a diez. ¿Qué beneficio hemos sacado de todo eso? ¿Qué es lo que ha aportado a las personas con VIH, sus allegad@s, quienes l@s cuidan? ¿En qué ha incrementado la conciencia social respecto a atención a l@s vulnerables, de cooperación con l@s empobrecid@s? Buenas preguntas.
Uno de los comentarios repetidos hasta la saciedad entre l@s activistas y personas con VIH, y reflejado en las entrevistas de nuestro reportaje, es que la conferencia resulta un “montaje excesivo” (“obsceno” fue un calificativo más duro), centrando las críticas en cierto boato de las ceremonias de apertura y clausura, y sobre todo en los espectaculares stands de las compañías farmacéuticas. “Deberían dedicar el dinero a ayudar a los países en desarrollo.” Es difícil no estar de acuerdo con esta apreciación. Pero lo cierto fue que esos mismos stands criticados (y atacados) recibieron la visita abrumadora de un gentío entre los que no faltaban, también, los miembros de la comunidad. Esta paradoja nos trae a la reflexión una premisa ya clásica en la relación entre las personas con VIH y la gran industria farmacéutica, aplicable a ambas partes: «No me gustas, pero te necesito».
Casi todo el mundo coincide en que hacen falta encuentros mundiales que nos permitan el intercambio de conocimientos y experiencias, pero también casi todo el mundo está de acuerdo en que las Conferencias Internacionales del SIDA, como la de Barcelona, deben modificar profundamente su concepción y estructura si de verdad desean cumplir realmente sus objetivos y dar cabida a quienes deben ser l@s protagonistas de esta historia, empezando por las personas que viven con VIH, sus allegad@s y quienes l@s atienden. Eso sólo ha sido así en una parte escasa, por mucho que las palabras y actitudes de sus cabezas más visibles, los copresidentes Drs. Gatell y Casabona, y la Sociedad Internacional del SIDA pretendan desmentirlo.
Las ONG estuvimos en el acontecimiento con espacios y servicios, que son desde luego esenciales. Pero también para canalizar inquietudes. Poco crédito nos quedaría ante nuestra comunidad si reprimiéramos el malestar y la rabia que se acumulan por prácticas políticas poco acertadas, inexistentes o directamente discriminatorias. Un buen político, que siempre representa a la administración en la que ejerce el poder, ha de trabajar con los sentimientos de la población a la que sirve, aunque no los comparta. Ésta ha sido seguramente la conferencia en que se ha centrado más atención a las acciones gubernamentales, con actos de protesta incluidos no demasiado bien recibidos.
Celia Villalobos no tuvo tiempo ni de reaccionar al abucheo que sufrió porque fue cesada en el cambio de gobierno que coincidió con la conferencia. Pero el Ministro de Salud de EE UU, Tommy G. Thompson, una vez de vuelta ordenó, espoleado por varios congresistas republicanos, una auditoría sobre el uso de fondos públicos en las 12 organizaciones de su país que suscribieron el boicot durante su intervención en Barcelona. ¡Qué diferencia con las empresas farmacéuticas, que ante una protesta, por desagradable que sea, lo primero que hacen es invitarte a una reunión para hablar! No quiere decir que se llegue necesariamente a una solución, pero la actitud es bien distinta.
Ahora sería interesante saber qué es lo que pensaron y qué es lo que sintieron esos días las personas con VIH de este país que sólo supieron de este acontecimiento por la prensa. Si han notado cambios perdurables o sólo pasajeros, cuáles fueron sus esperanzas y temores, cuáles su rabia y su tristeza.
Eso seguramente no lo sabremos nunca. Por eso, quienes sí estuvimos allí, no en representación de nadie a quien no podemos ni debemos representar, sino en tanto que ONG, que miembros organizados de la comunidad del VIH, sea cual sea el sentido que demos a esta expresión, tenemos la responsabilidad de trasladar a nuestros grupos de base, nuestr@s usuari@ s, quienes en definitiva son la razón última de nuestra existencia, los datos y las emociones que tuvimos el privilegio de adquirir y experimentar. A nadie debe sorprender que la sociedad, de quien extraemos nuestra legitimidad y nuestros recursos, nos pida cuentas por ello.
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