jardín de infancia
En el mundo hay un total aproximado de 14 millones de niñ@s de menos de 15 años que han perdido a su madre, a su padre, o ambos, a causa del SIDA. Las estimaciones hablan de que hacia 2010 este número habrá crecido hasta 44 millones; entre un 20% y un 30% de todos l@s niños y niñas de 11 países del África Subsahariana serán huérfan@s. Estas estimaciones son una realidad, hasta tal punto que incluso si a partir de ahora mismo fuesen prevenidas todas las nuevas infecciones y todas las personas VIH+ recibieran tratamiento para evitar la progresión de la infección, dentro de 10 años seguirían viviendo en el mundo más de 40 millones de niñ@s huérfan@s a causa del SIDA.
Dentro de la XIV Conferencia Internacional del SIDA se publicaron cifras y se construyeron discursos, y una de las que más me ha impactado es el número de niños y niñas huerfan@s por el VIH/SIDA, por cuanto supone, como vemos, una medida de peso para poder valorar el masivo cambio social resultado de la pandemia.
Un@ niñ@ huérfan@ ha perdido el cuidado de sus padres, se ha quedado sin su cariño y protección, además de estar totalmente expuest@ a la posibilidad de perder algunos de sus derechos básicos, como son el derecho a la vivienda, la comida, la salud y la educación. De este modo, la muerte del padre y la madre puede provocar traumas importantes en un niñ@ e incluso impedir su desarrollo.
Por si era poco, ser huérfan@ por causa del SIDA genera unas circunstancias únicas de estigmatización y discriminación. La vulnerabilidad de est@s niños y niñas es una realidad que no sorprende a nadie, el impacto del VIH/SIDA en ell@s y sus familias no es un problema simple con una solución fácil. Incluso se habló de una generación perdida de jóvenes que a edad temprana ya ha sido excluida y crecerá al margen de la sociedad. Una sociedad, sea dicho de paso, que deberá enfrentar un futuro sin el relevo de toda una generación.
Según la Convención de los Derechos de la Infancia, el soporte y el cuidado de l@s huérfan@s es una obligación del estado que implica el deber de desarrollar:
- Políticas gubernamentales y leyes para protegerl@s, incluyendo medidas para evitar la discriminación en el acceso a los servicios de salud, educación, empleo y vivienda, y protegiendo los derechos de herencia de viudas y huérfan@s.
- Una atención sanitaria con acceso a la información y al cuidado apropiado incluyendo atención clínica y servicios de prevención, soporte a la nutrición, cuidados paliativos y atención domiciliaria.
- El soporte socioeconómico necesario para poder afrontar la amenaza a su bienestar: el aislamiento, la pérdida de ingresos y el acceso a la educación, la vivienda, la nutrición, etc.
- Las experiencias llevadas a cabo han permitido la consolidación de un conocimiento específico con el análisis de un vasto conjunto de recursos e intervenciones a escala mundial. De acuerdo con ello, a la hora de planificar, las autoridades competentes deberían tener en cuenta cinco estrategias básicas:
1. Reforzar las habilidades y capacidades de la familia de hacer frente a sus problemas.
2. Movilizar y apoyar las respuestas de la comunidad.
3. Incrementar la capacidad de niñ@s y jóvenes para conocer sus propias necesidades.
4. Crear un entorno capacitador para l@s niñ@s y sus familias.
5. Asegurar que los gobiernos protejan a l@s más vulnerables y provean a la sociedad de servicios esenciales.
Para ello será necesario diseñar programas que enfaticen el cuidado de la comunidad más que el institucional; que refuercen las capacidades de la familia y la comunidad para cuidar; que involucren a l@s niñ@s y jóvenes como participantes activ@s; que establezcan redes para compartir iniciativas entre gobiernos, sociedad civil y ONG; que proyecten perspectivas a largo plazo ya que l@s niñ@s seguirán afectad@s por el SIDA durante muchas décadas; que se integren en la red de servicios y recursos para la infancia; y que enlacen el cuidado con la prevención porque est@s niñ@s están en alto riesgo de infección por VIH debido a problemas económicos y la perdida de protección y cuidado parental.
Hasta aquí tenemos el conocimiento gracias a los estudios y los datos, también tenemos la construcción teórica de una acción común integral. Pero, ¿no encontráis a faltar algo? ¿Dónde diablos está el compromiso? Si algo ha brillado por su ausencia en este encuentro internacional ha sido sin duda el compromiso. Quizás porque comprometerse implica una disposición a ceder, a perder, a dar sin esperar nada a cambio... algo a lo que no están dispuestos los gobiernos. Y sin el compromiso las cifras sólo son números y estadísticas, sin el compromiso las acciones son palabras políticamente correctas en un papel. Sin el compromiso, el conocimiento y la acción por el VIH/SIDA no son nada.
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