Conferencia en Barcelona
María José Vázquez, una mujer que vive con VIH y activista de los derechos y la vida, fue la persona encargada de dirigirse a l@s más de ocho mil asistentes en la sesión inaugural de la conferencia. Sus palabras, en castellano viejo, siguen resonando en los recovecos del Palau Sant Jordi de Barcelona.
Quiero empezar dando una cálida bienvenida a todas y a todos l@s que habéis podido asistir a esta conferencia, aunque lamento profundamente que una parte de la comunidad internacional no se encuentre aquí debido a la lamentable política de visados del gobierno español.
A continuación, me gustaría compartir con vosotras y vosotros algunas cosas que para mí son de vital importancia, desde las diferentes identidades que en mí confluyen y sobre mí influyen, para realizar aquellas cosas en las que creo y que defiendo.
Creo en una comunidad entendida como una congregación de personas que viven unidas y que participan en el objetivo común de la defensa de los derechos de las personas y en concreto de las personas VIH+.
Creo en el trabajo de la comunidad y la sociedad desde la justicia, con la razón y acomodado al mérito y condición de cada persona como ser humano. Una comunidad que atienda, por tanto, a las necesidades específicas de cada un@ de sus miembros, que tenga en cuenta sus valores y que comprenda que cada persona es un ser único y con el derecho a serlo.
Creo en una comunidad en la que prime la compasión, es decir, el sentimiento de aflicción motivado por las desgracias o males que padece el/la otr@ y también de alegría ante su buenaventura. Este sentimiento se ha definido a veces como empatía, pero a mí me gusta llamarlo humanidad.
También creo en la ética como filosofía de base para el trabajo en la comunidad. La ética que determina que aquí cabemos todas y todos, la que determina que no todo vale ni todo es tolerable; la ética que nos dicta que para tener una comunidad y una sociedad mejores es preciso trabajar teniendo como brújula los derechos humanos.
Por todo ello reivindico la dignidad como clave para la lucha contra el SIDA.
Porque dignidad significa vivir con calidad de vida. Significa tener poder para desplazarse libremente a cualquier lugar del mundo, y que todas las personas con VIH tengan acceso a tratamientos ARV, sea cual fuere su raza, sexo, procedencia, nivel social u ocupación. Dignidad significa poder disponer de políticas de prevención eficaces ya, procurar el empowerment individual y la justicia social. Dignidad significa, en suma, acabar con el estigma que conlleva la peor de las muertes: la muerte social.
También quisiera aquí y ahora recordar y honrar a las personas que han muerto por causas asociadas al VIH: desnutrición, pobreza, tuberculosis, miedo, pena, neumonía, ensayos clínicos, negligencia, aislamiento social, violencia de género y tantas otras.
Pero deseo que este recuerdo amoroso no nos permita olvidar que la luz de las velas tiene que ser al mismo tiempo nuestra inspiración para continuar la lucha contra el VIH, para hacer que prevalezca una comunidad que defienda la ética, la justicia y la dignidad desde el conocimiento y el compromiso para la acción.
"Una sociedad que comprenda que cada persona es un ser único y con el derecho a serlo".
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