Las personas que adquirieron el VIH por transmisión perinatal son más propensas a desarrollar problemas metabólicos

Miguel Vázquez
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Es necesario realizar la evaluación continua del impacto metabólico en este grupo de población para conseguir prevenir y tratar las complicaciones asociadas y conseguir así una mejora de su salud a largo plazo

Las personas que adquirieron el VIH por vía perinatal o a través de transfusiones de sangre durante su infancia tienden a mostrar unas tasas significativamente más elevadas de anomalías metabólicas (como, por ejemplo, resistencia a la insulina, niveles elevados de triglicéridos o aumento de peso desfavorable). Del mismo modo, parece que los fármacos antirretrovirales más antiguos estarían asociados, al menos parcialmente, con dichos aumentos, pero los antirretrovirales más modernos parecen más seguros, según las conclusiones de un estudio publicado en Journal of the Acquired Immune Deficiency Syndrome.

A pesar de que el tratamiento antirretroviral permite que las personas con el VIH puedan llegar a disfrutar de una esperanza de vida similar a la de la población general, existen distintas evidencias de que las personas infectadas por el VIH durante su etapa adulta tienen una mayor propensión a sufrir problemas metabólicos (por ejemplo, aumento de peso o acumulación de grasa en la zona abdominal), debidos a la propia acción del virus, a la inflamación que le acompaña y también a determinados efectos secundarios del tratamiento antirretroviral. No obstante, no existe demasiada información sobre qué efectos a largo plazo tendrían tanto la exposición crónica al VIH como la acción de los antirretrovirales sobre personas que han tenido la infección durante la mayor parte de su vida.

En consecuencia, un equipo de investigadores de EE UU decidió examinar los datos recogidos entre 2000 y 2019 en un estudio longitudinal en el que participaban 70 personas que adquirieron el VIH por vía perinatal o a través de transfusiones de sangre en las primeras etapas de su vida. El estudio también incluyó a 47 personas seronegativas como controles emparejados. La media de edad de las personas participantes era de 26 años y más de la mitad (59%) eran mujeres, la mitad eran de etnia negra, el 18% eran de origen latino y el 3% eran nativos americanos. Las personas con el VIH en el estudio llevaban una media de 16 años tomando tratamiento antirretroviral, el 54% tenía una carga viral indetectable y el 49% había cumplido alguna vez los criterios de diagnóstico de sida.

Con el fin de determinar la masa y composición corporal de las personas participantes se utilizaron distintos métodos, como escáneres DEXA (absorciometría dual de rayos X, en sus siglas en inglés), y se determinó el cociente entre la grasa del tronco y la de las extremidades, así como el cociente entre la de la cintura y la de la cadera, para evaluar la obesidad abdominal o central. También se hizo una evaluación de las alteraciones en la composición corporal y se tuvo en cuenta la exposición a los antirretrovirales en un subconjunto de 40 personas con VIH a lo largo de un periodo de seguimiento medio de siete años.

Al examinar los datos, se comprobó que tanto el peso total como el índice de masa corporal fueron similares entre las personas con y sin VIH. También se observó lo mismo en el caso de otros indicadores de salud como la presión arterial sistólica, los niveles de glucosa en ayunas, el nivel de colesterol total y los niveles de colesterol ligado a lipoproteínas de baja densidad (colesterol LDL o “colesterol malo”).

Sin embargo, sí que se observaron algunos resultados que apuntaban a que las personas con VIH eran más propensas a sufrir lo que se denomina síndrome metabólico. Este síndrome agrupa un conjunto de afecciones entre las que se encuentran exceso de grasa abdominal, niveles anómalos de azúcar y grasas en sangre y presión arterial elevada, lo que se traduce en un mayor riesgo de sufrir diabetes, enfermedades cardíacas y accidentes cerebrovasculares.

Las personas con el VIH tendieron a presentar una presión arterial diastólica más alta, niveles de insulina más elevados, mayor resistencia a la insulina (lo que puede preceder al desarrollo de diabetes) y niveles más altos de triglicéridos que las personas sin VIH. Por otro lado, las personas seropositivas también tendieron a tener unos niveles más bajo de colesterol ligado a lipoproteínas de alta densidad (colesterol HDL o “colesterol bueno”).

Además, las personas con el VIH tendieron a presentar un valor más elevado en el cociente de grasa de la cadera entre la de la cintura y entre la del tronco y la de las extremidades. El hecho de presentar un mayor valor en el cociente de grasa cintura/cadera estuvo asociado con el uso de fármacos de la familia de los inhibidores de la transcriptasa inversa análogos de nucleósido (ITIN), de inhibidores de la transcriptasa inversa no análogos de nucleósido (ITINN) y de inhibidores de la proteasa.

Sin embargo, el hecho de presentar un mayor cociente entre la grasa del tronco y la de las extremidades solo estuvo correlacionado con el uso de los fármacos de la familia de los ITIN. Cabe destacar que el uso de tenofovir disoproxil fumarato (un análogo de nucleótido que en otros estudios ya había sido relacionado con pérdida de peso) se asoció con un cociente entre la grasa de la cadera y la de la cintura y también la del tronco entre la de las extremidades. Hay que destacar que los antirretrovirales de la familia de los inhibidores de la integrasa –que en otros estudios habían sido relacionados con un aumento de peso (véanse La Noticia del Día 27/03/2020 y 16/10/2020)– no estuvieron vinculados con el aumento de ninguno de los cocientes mencionados.

A lo largo del periodo de seguimiento (que se prolongó, de mediana, unos siete años), las personas con el VIH experimentaron un aumento de sus niveles de colesterol HDL, mientras que el resto de las mediciones de laboratorio se mantuvieron sin cambios. El cociente entre la grasa de la cintura y la cadera y el cociente entre la grasa del tronco y las extremidades también se incrementaron con el tiempo, aunque esta evolución no se relacionó con el uso de un antirretroviral o familia de antirretrovirales en concreto. Al respecto, el equipo de investigadores afirmó que podría deberse a los efectos lipotróficos residuales debidos al uso continuado de antirretrovirales desde la primera infancia y la adolescencia.

En sus conclusiones, los autores señalan que sus hallazgos ponen de relieve la persistencia a largo plazo de la adiposidad central entre las personas con el VIH que han estado tomando tratamiento antirretroviral durante toda su vida, un hecho que puede traducirse en un aumento de las alteraciones metabólicas, así como del riesgo de sufrir trastornos cardiovasculares en décadas futuras.

Fuente: POZ / Elaboración propia (gTt-VIH)
Referencia: Sahagun SJ, Yeramosu T, Purdy J et al. Associations Between Central Obesity and Lifelong Antiviral Therapy in Adults Living With HIV Acquired From Early Childhood, JAIDS Journal of Acquired Immune Deficiency Syndromes: February 1, 2022 – Volume 89 – Issue 2 – p 208-214 doi: 10.1097/QAI.0000000000002841

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