EASL 2012: Terapias con boceprevir o telaprevir, posibles buenas opciones para trasplantados con hepatitis C recurrente

Francesc Martínez
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Fue necesario ajustar las dosis de los fármacos usados para evitar el rechazo

En el marco del 47 Encuentro Anual de la Asociación Europea para el Estudio del Hígado (EASL 2012), celebrado recientemente en Barcelona (España), se presentó un estudio que comparó el uso de boceprevir (Victrelis®) o telaprevir (Incivo®) junto a la terapia estándar (formada por interferón pegilado y ribavirina) con el empleo únicamente de tratamiento estándar en personas con recurrencia de la infección por el virus de la hepatitis C (VHC) de genotipo 1 tras un trasplante de hígado.

La recurrencia de la infección por VHC es la causa más frecuente de pérdida del trasplante hepático, hecho que puede comprometer la vida de las personas que la sufren. Los fármacos utilizados para evitar el rechazo del nuevo órgano deprimen el sistema inmunitario, por lo que la reinfección progresa más rápidamente que la infección en personas no trasplantadas. En el caso de pacientes con VHC de genotipo 1, la terapia estándar sólo alcanza tasas de respuesta virológica sostenida (RVS) de alrededor del 30%, por lo que añadir uno de los nuevos fármacos al tratamiento de personas trasplantadas con reinfección incrementaría la probabilidad de erradicar la infección.

Con el objetivo de evaluar dicha estrategia, un equipo de investigadores llevó a cabo un pequeño estudio que contó con la participación de 28 personas que habían recibido un trasplante de hígado y experimentaban recurrencia del VHC de genotipo 1 y enfermedad hepática en estadio F2 o superior o bien hepatitis colestática. No se incluyeron personas coinfectadas por VIH.

Los participantes del estudio fueron distribuidos en tres grupos. En el primero se incluyó a 17 personas, que recibieron boceprevir (800mg, tres veces al día) junto a interferón pegilado y ribavirina (tras 4 semanas de tratamiento con únicamente terapia estándar). El segundo grupo, que contó con cinco personas, recibió telaprevir (750mg, tres veces al día) junto a tratamiento estándar tras un período de cuatro semanas de inducción con interferón pegilado y ribavirina. En el último grupo se incluyeron seis voluntarios que siguieron una pauta idéntica a la del segundo grupo, pero sin la fase de inducción.

En el análisis de los resultados, los datos de los dos últimos grupos se unieron, por lo que se compararon regímenes basados en boceprevir con aquellos basados en telaprevir.

La mayoría de los participantes eran hombres (94% con boceprevir y 82% con telaprevir) y la media de edad fue de 53 y 55 años, respectivamente.

De forma mayoritaria, el trasplante tuvo como causa la presencia de cáncer de hígado (en el 73% de las personas del grupo con telaprevir y en el 53% de las que recibieron boceprevir).
Prácticamente la mitad de los participantes de ambos brazos tenían un estadio de la enfermedad hepática F3 o superior. Cabe destacar que el 29% de los participantes del grupo con boceprevir presentaban estadio F4, hecho que no se dio en ningún voluntario del grupo que tomó telaprevir.

En cuanto a los inmunosupresores, en el grupo que tomó boceprevir el mayoritario era ciclosporina (65% de los participantes), mientras que en el de telaprevir el más administrado (55%) era tacrolimus.

El 36% de las personas que recibieron boceprevir y el 35% de aquellas a las que se administró telaprevir experimentaron respuesta virológica rápida completa (carga viral indetectable a las 4 semanas).

A la semana 8, el 70% de los participantes del brazo con boceprevir y el 56% de los del grupo que tomó telaprevir tenían carga viral indetectable.

Tres personas del grupo con boceprevir y ninguno del grupo con telaprevir interrumpieron el tratamiento a la octava semana por falta de eficacia.

Un participante del brazo que recibió boceprevir y dos del brazo al que se administró telaprevir interrumpieron la terapia debido a efectos adversos. Dos voluntarios de cada grupo presentaron rebrote virológico.

Las personas con genotipo 1b fueron las que mejor respondieron a los tratamientos, mientras que el genotipo CT de la interleuquina 28B (IL28B) fue el que proporcionó resultados más favorables de los tratamientos evaluados.

El efecto secundario más común fue la anemia, que precisó el uso de eritropoyetina en el 93% de los participantes. En el estudio también se observaron otros efectos adversos tales como neutropenia (en el 24% de las personas con boceprevir y en el 18% de aquellas con telaprevir), infecciones (en el 12% y el 18%, respectivamente) o acontecimientos dermatológicos (6% y 9% de los participantes, de forma respectiva).

Las dosis de inmunosupresores debieron ser ajustadas para el manejo de las interacciones con los fármacos anti-VHC. Así, en el brazo de boceprevir se tuvo que reducir 1,3 veces la dosis de ciclosporina y 5 veces la de tacrolimus. En el brazo que recibió telaprevir la dosis de ciclosporina debió reducirse 4 veces o la de tacrolimus 35 veces.

Los resultados del presente análisis son prometedores sobre todo en cuanto a eficacia, aunque deberá esperarse la llegada de los datos de respuesta virológica sostenida para verificar el buen funcionamiento de los nuevos fármacos en personas trasplantadas con recurrencia de la infección por VHC.

Fuente: Clinical Care Options.
Referencia: Coilly A, Roche B, Botta-Fridlund D, et al. Efficacy and safety of protease inhibitors for severe hepatitis C recurrence after liver transplantation: a first multicentric experience. Program and abstracts of the 47th Annual Meeting of the European Association for the Study of the Liver; April 18-22, 2012; Barcelona, Spain. Abstract 47.

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