CROI 2011: El VIH puede modificar la estructura del cerebro desde las primeras fases de la infección aguda

Xavier Franquet y Juanse Hernández, desde Boston (EE UU)
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El uso de biomarcadores neurológicos podría ayudar a identificar a las personas con mayor riesgo de deterioro de la función neurocognitiva

Las complicaciones asociadas a la infección por VIH y/o al empleo del tratamiento antirretroviral constituyen una de las áreas temáticas que aborda en profundidad la Conferencia sobre Retrovirus e Infecciones Oportunistas (CROI). De un tiempo a esta parte, en la CROI y en otras citas científicas similares se vienen dedicando sesiones enteras a las enfermedades neurológicas relacionadas con la infección por VIH, un conjunto de trastornos del sistema nervioso que pueden estar causados por el propio virus, por ciertos tipos de cáncer e infecciones oportunistas y/o por el efecto neurotóxico de determinados medicamentos.

En el transcurso de la sesión ‘Factores virales y del huésped asociados con las enfermedades neurológicas’, se han dado a conocer los resultados de diferentes estudios dirigidos a responder cómo interfiere el VIH con la función neurológica desde las fases más tempranas hasta los estadios más avanzados de la infección, con el objetivo de que una mayor comprensión de este fenómeno permita mejorar el diagnóstico precoz de los trastornos neurocognitivos e implementar estrategias neuroprotectoras.

Las complicaciones neurológicas, que pueden variar desde la manifestación más debilitante y grave (complejo de demencia asociado a sida) hasta trastornos menores pero cada vez más frecuentes en personas con VIH (deterioro neurocognitivo), pueden interferir con la actividad diaria de un individuo, en relación con alguna área cognitiva o motora. Esto implica que las personas experimentan limitaciones en su vida cotidiana a causa de un empeoramiento en algunas de sus capacidades intelectuales y, en algunos casos, también motoras.

Es bien sabido que, tras la exposición inicial al VIH, el virus se propaga con gran rapidez por todo el organismo de la persona infectada. Aunque se ha postulado que podrían producirse posibles cambios a nivel cerebral en las primeras etapas de la infección, hasta la fecha esta posibilidad no ha sido caracterizada del todo. Con el fin de evaluar la presencia y extensión del daño cerebral en el plazo aproximado del primer año tras la infección, un grupo de investigadores y de centros hospitalarios estadounidenses creó la Cohorte de Infección por VIH Reciente de Chicago (EE UU). En esta edición de la CROI, los expertos científicos han presentado los resultados preliminares de un análisis intensivo volumétrico de las estructuras cerebrales y de más de 40 estructuras neuroanatómicas específicas por medio de pruebas de imagen de alta resolución, que permiten medir de forma no invasiva los constituyentes químicos del tejido cerebral in vivo.

El equipo evaluó un total de 43 personas con VIH (38 hombres y 5 mujeres, de 32,9 ± 9,8 años de edad; con un recuento de CD4 entre 162 y 1.282 células/mm3, y con un carga viral plasmática que osciló entre la indetectabilidad y las 346.000 copias/mL) y 22 personas sin VIH (16 hombres y 5 mujeres, de 31,4 ± 8,8 años de edad). Los participantes no debían haber padecido con anterioridad un trastorno neurológico, accidentes cerebrovasculares, traumatismo craneal, infección oportunista en el sistema nervioso central, psicosis o tener una contraindicación para realizar pruebas de resonancia magnética. Veinte de los 43 pacientes con VIH nunca habían tomado tratamiento antirretroviral.

Las características de los dos grupos no difirieron en la media de edad, el sexo o el origen étnico. Se utilizó una prueba de quimioluminiscencia (denominada VITROS) para evaluar el estadio reciente de infección por VIH (que se definió como una respuesta de anticuerpos todavía desarrollándose tras la seroconversión). El período ventana osciló entre menos de 70 y 80,5 días tras la exposición al VIH y se calculó un promedio de duración de la infección de  menos de un año.

Los resultados muestran que, en comparación con las personas seronegativas, en los pacientes con VIH se observó una reducción significativa de la masa gris cerebral (p= 0,05).

Asimismo, los análisis siguientes hallaron también en los participantes con VIH reducciones en el córtex cerebral izquierdo (p= 0,02) y derecho (p= 0,04), y un agrandamiento significativo del tercer ventrículo (p= 0,04).

Según los investigadores, estos hallazgos, que se obtuvieron a partir de los datos de mediciones objetivas in vivo y no de la presencia de síntomas en los pacientes, revelan que la infección por VIH puede alterar significativamente el tamaño de ciertas estructuras cerebrales. Por otra parte, sugieren que el daño cerebral apreciado de forma precoz en los pacientes seropositivos podría estar provocado por el estallido de viremia inicial que se produce durante la infección aguda por VIH y, en concreto, en el momento anterior a la activación de las defensas inmunitarias celulares encargadas de contener la replicación viral masiva asociada a la exposición inicial.

Se requerirán todavía más estudios en profundidad sobre la historia natural del daño cerebral relacionado con el VIH cuyos resultados contribuyan a dilucidar qué estrategias neuroprotectoras pueden ser más eficaces para tratar y evitar la progresión de los trastornos neurológicos en los pacientes con infección reciente, como podrían ser el inicio precoz del tratamiento antirretroviral o el uso de fármacos con una buena penetración en el cerebro y con un buen perfil neurotóxico.

No obstante, los resultados de algunos ensayos han mostrando que, si bien los antirretrovirales con una buena penetración permiten reducir los niveles de VIH en el cerebro, no parecen protegerlo de un posible deterioro de la función neurocognitiva. De hecho, cada vez son más los indicios que sugieren que las lesiones en el sistema nervioso central y el deterioro neurocognitivo persisten en el contexto de la infección crónica por VIH y con el empleo de tratamiento antirretroviral. Con todo, se han realizado muy pocos estudios clínicos prospectivos que evalúen el curso del daño neurológico, las tasas de conversión de trastorno neurocognitivo o sus factores de riesgo asociados.

Con el fin de arrojar un poco más de luz sobre estos aspectos, un grupo de investigadores estadounidenses pertenecientes al Consorcio de Neuroimagen en VIH llevó a cabo, durante un período de más de dos años, espectroscopias por resonancia magnética (ERM) y análisis clínicos y de laboratorio a un grupo de 226 personas con VIH. La espectroscopia por resonancia magnética es una técnica que puede medir de forma no invasiva los constituyentes químicos del tejido cerebral.

A través de la ERM, midieron los niveles de metabolitos del tejido cerebral, como por ejemplo el marcador neuronal N-acetil aspartato (NAA), los marcadores inflamatorios colina y mioinositol,  y los metabolitos glutamato/glutamina y creatinina, presentes en diferentes estructuras cerebrales. A continuación, calcularon las tasas de cambio observadas en los metabolitos (cuyas reducciones podrían estar asociadas con daño cerebral) y los efectos de los factores basales (edad, duración de la infección por VIH, tratamiento antirretroviral, viremia plasmática, y recuento nadir y actual de células CD4) sobre dichas tasas de cambio.

Los investigadores hallaron descensos anuales significativos de los metabolitos analizados, con reducciones significativas del marcador N-acetil aspartato apreciadas incluso en pacientes que no presentaban síntomas de daño neurológico (p <0,0001). Entre los factores de riesgo significativos, se incluyen la duración del tratamiento antirretroviral, la duración de la infección por VIH y detectabilidad de la carga viral.

Se calculó una probabilidad de una progresión al estadio 0,5 o superior (en una escala del 0 al 4) del complejo de demencia asociado a sida de un 13,6% a un año y de un 35,2% a dos años. Entre los factores pronósticos, los científicos identificaron la carga viral detectable en plasma, los recuentos bajos de células CD4, y los reducciones del marcador N-acetil aspartato en los ganglios basales del cerebro.

La probabilidad de una progresión al estadio 1 o superior del complejo de demencia asociado a sida fue estimada en un 3,9% a un año, y en un 12,3% a dos años. En este caso, el único factor pronóstico asociado fueron las reducciones del marcador N-acetil aspartato en los ganglios basales del cerebro observadas a nivel basal.

De acuerdo con los investigadores, los resultados de este estudio prospectivo muestran cómo en personas con infección crónica por VIH en tratamiento antirretroviral, que no presentan síntomas de enfermedad neurológica, se observan cambios generalizados y progresivos de los metabolitos del tejido cerebral y una disminución de la función neurocognitiva. Los diferentes patrones de daño cerebral se asocian con factores tanto del huésped como de la infección por VIH. Indican, asimismo, que las reducciones de los niveles del metabolito N-acetil aspartato apreciadas a nivel basal podrían constituir un biomarcador útil para identificar qué pacientes podrían tener un mayor riesgo de desarrollar trastornos neurocognitivos asociados al VIH.

En definitiva, ambos estudios subrayan la importancia del diagnóstico precoz y del seguimiento regular de las enfermedades neurológicas en personas con VIH, aspectos ambos a menudo desatendidos en la práctica clínica.

Fuente: Elaboración propia.
Referencias: Ragin A, Wu Y, Du H, et al. Injury to the Brain is Evident Early in HIV Infection. 18th Conference on Retroviruses & Opportunistic Infections (CROI 2011). Boston. February 27-March 2, 2011. Abstract 55LB.

Navia B, Harezlak J, Schifitto G, et al. A Longitudinal Study of Neurological Injury in HIV-infected Subjects on Stable ART: The HIV Neuroimaging Consortium Cohort Study. 18th Conference on Retroviruses & Opportunistic Infections (CROI 2011). Boston. February 27-March 2, 2011. Abstract 56.

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